Las voces de los que no pueden hablar
Anaís Anaya y Sandra Mendieta son las voces y la esperanza de cientos de perros abandonados y maltratados que deambulan por las calles de Lima. Con la comunidad virtual Voz Animal, ellas fomentan el respeto, la compasión y la adopción de animales.
Desde el 2006, antes de unirse como grupo, las dos jóvenes ya rescataban y daban asilo en sus casas a decenas de perros y gatos.
“Siempre nos consultan como si fuéramos veterinarios”, confiesa Sandra, quien junto a Anais ha aprendido a poner inyecciones y asistir en las esterilizaciones de los animales que rescatan.
Anais cuenta que cada una recogía perritos de la calle y los ayudaban como podían. Decidieron juntarse para tener un lugar propio, en vez de pagar hospedajes o acudir a los albergues que están saturados. Primero les donaron un terreno pero no funcionó. En vista de ello, sus padres le dieron uno en la zona industrial de Chilca y lo pasaron allí.
Sandra, co-fundadora de Voz Animal, nos cuenta que al principio eran solo las dos y se les escapaba de las manos, porque hay que entrenarlos, bañarlos, darles su comida o sus medicamentos. Ahora son seis personas. Sandra también nos cuenta que al día reciben 65 e-mails pidiendo ayuda. Primero se constatan de que el caso sea cierto. Si no podemos buscarlo, colgamos su foto en nuestra página de Facebook para que otras personas colaboren.
Anaís nos habló sobre el porque las personas no esterilizan a su mascota. Según ella es por la ignorancia. La personas al negarse a esterilizar a sus mascotas no se dan cuenta de que así contribuyen a que haya más perros callejeros. Afirmaron que también hay otros factores.
En una ocasión, apoyaron a unos veterinarios en una campaña en Puerto Nuevo [Callao]. Allí encontraron una perrita con sarna que se había comido parte de sus patas traseras. Su dueña era evangélica y no les permitía a los veterinarios curarla. Ella les decía: “Esto no es obra de Dios”.
Meses después conoció a Pirata, una perrita tuerta que recogió junto a sus crías en un parque de Los Olivos. Era invierno y estaba toda mojada, escondida en un hueco cerca a un arbusto. Ella vino muy arisca y miedosa. Ahora salta para dar besos. Sus cachorros estaban enfermos. Todos salieron muy bien. La adoptó. Ella sigue cavando sus huecos para esconderse.
En su caso siempre recordará a la cachorra Ñusta que encontró en Gamarra. Estaba flaca, llena de pulgas y sarna. Los parásitos que tenía le ocasionaron un problema gastrointestinal. La llevó al veterinario. Le preparaba hígado y la obligaba a comer cada tres horas. Un amigo la adoptó. Ahora se llama Combi.
Luego de contarnos algunas de sus anécdotas, afirmó que todos los perros que dan en adopción siempre están esterilizados y con sus vacunas. Si tienen menos de 5 meses, obligan a los adoptantes a firmar un compromiso de esterilización. Así se aseguran de que lo cumplan.